martes, 15 de octubre de 2013

Sagrado como una vaca

Cuando aquí decimos "te lo juro por lo más sagrado" no pensamos en una vaca. En España la vaca es una animal admirado y querido. Rubia gallega, tudanca o frisona son razas de referencia muy apreciadas por su carne y su leche. En el medio rural, la subsistencia de muchas familias sigue dependiendo de ellas y es por ello por lo que se las cuida y se las mima. En ocasiones, se les tiene más cariño incluso que a algunos miembros de la familia. Pero, ni siquiera en esos casos se dice ni se piensa que sea un animal sagrado. Para nosotros lo sagrado tiene una dimensión diferente.
Una de las cosas que llaman la atención a los occidentales es que las vacas sean sagradas. Para el hinduismo todo lo que proviene de una vaca es sagrado. Por extraño que resulte a nuestros ojos, el cuerpo de la vaca aloja escondidos alrededor de 330 millones de dioses y diosas. Al margen de este carácter divino, para los hindúes la vaca representa la abundancia, la fecundidad y la naturaleza, simboliza a a la madre y es la proveedora de leche y otros alimentos. En India la vaca está protegida por ley. Nadie se atreve a matar a una vaca (además está penalizado), pero tampoco a perseguirla ni a maltratarla. Es más, ni siquiera a molestarla. Ciertamente resulta chocante que las vacas sean las “reinas” de la calle al mismo tiempo que sea tan palpable la pobreza existente y tan conocido el dato de que muchos millones de indios se mueren de hambre. ¿Son justos los dioses?
Ahora bien, ese carácter sagrado que el hinduismo confiere a las vacas no solo responde a razones religiosas sino que también está amparado por el pragmatismo de las razones económicas. En primer lugar hay que tener en cuenta que India es un país fundamentalmente agrícola y sin industrializar. Esto significa directamente que se precisa tracción animal para arar la tierra y para el resto de los trabajos en el campo. Si se sacrificasen las vacas no habría suficientes animales para realizar las tareas agrícolas. En segundo lugar están todos los productos que brinda la vaca. Además de los alimentos, la leche, la cuajada, los quesos y la mantequilla, el estiércol de vaca es un combustible con gran capacidad calórica, que también se utiliza como fertilizante, como repelente de mosquitos, como aislante y como material de construcción. También la orina se aprovecha como desinfectante y, por si esto fuera poco, se ha lanzado recientemente al mercado un refresco de cola que ha tenido enorme aceptación, hecho con hierbas medicinales y orina de vaca. Por todo ello es fácil concluir que los dioses salvan a las vacas porque son sagradas y porque resulta más beneficioso mantenerlas vivas.

La realidad es que las vacas, muchas veces escuálidas, campan a sus anchas por las calles, en las escaleras de un templo o en medio de la carretera y se las puede encontrar en los lugares más insospechados, sin que nadie, por mucha lata que den, se atreva a molestarlas.




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